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El corazón de las montañas
la que ordena amar al prójimo.
He nacido de padres guerreros
en la tierra adquirida con sangre:
llevo en los ojos Coraje.
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Fui criado entre soldados,
antiguos caballeros de Thor.
Me enseñaron el arte del combate,
a portar el yelmo y la espada
cuando el olifante resuena en el bosque:
llevo en la mente Conquista.
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Me nombraron caballero en el castillo
que defiende la Casa de Dios.
Vivo de la espada y la fe
cabalgando hasta los valles bretones
para extender los modales al mundo:
llevo en el cuerpo mil Colores.
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Aprendí de memoria las Sagradas Escrituras
que hablan de la Tierra Santa
donde ha muerto el Redentor de los hombres.
Decido seguir su misma causa:
llevo en el pecho una Cruz.
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Mi padre es soldado,
de los que juran lealtad al rey,
y el rey convoca a sus hombres:
habrá de empezar otra guerra
por el rescate de una ciudad,
la que vio morir a Cristo.
Sigo a mi familia a la costa:
llevo en las manos el Honor.
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Es mi casa el desierto;
mi mayor aliado, el sol;
me apapacha la noche
para protegerme del frío;
el enemigo adora la Media Luna:
llevo en los labios los Mandamientos.
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Somos los herederos de Cristo
los que atacamos primero
al pueblo sarraceno mientras dormía,
es la Madre Iglesia
la que pide el exterminio:
predica la muerte de infieles
a otros hijos de Adán:
llevo en rostro Vergüenza.
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He vuelto a casa,
dicen que soy un héroe
por recuperar Jerusalén.
Me han dado nuevas tierras,
más caballos y sirvientes:
llevo en el corazón la Mentira
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Continente olvidado,
ciudad cerrada;
limítrofe con la desgracia,
con la desidia y la pereza;
vecina del infierno
(infierno mismo somos),
del abismo interminable,
de la noche concertista.
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Y eres muda, ciudad,
porque tu voz se va a pagando
como la de tu vecina suda-mericana,
que suda y olvida, suda y muere,
el buen aire ya no es suficiente:
su gente nada quiere saber, nada decir,
pues se sienten totos,
se sienten nacos,
y mejor callan.
¡Error!
Más es mi vergüenza de ignorante.
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Te escondes en la montaña,
en la selva agonizante,
(otra vez cual con-ti-nente);
contigo te ríes,
conmigo te escondes,
ente dormido,
repudiada criatura.
Somos un rincón que deambula entre olas verdes.
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Cinco las horas de camino,
tres los días sin paso
cuando la lluvia arrecia,
dos las semanas de encierro,
uno el año que me queda.
1 comentario:
Con la atenta mirada de Rulfo y de Villaurrutia...
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