viernes, 7 de noviembre de 2008

Alan Arroyo


¿Son ustedes?
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Todas ellas están aquí. Una junto de la otra, en una fila cerrada con caras de perro nazi enardecido, sus largos hocicos y pezones caídos debajo de las suásticas verdes y rojas. Me preocupa un poco verlas a todas ella juntas en una sola habitación. Una habitación inhumanamente estrecha y humedecida por sus alientos, a veces dulces, cálidos, pero indudablemente putrefactos. Todas ellas me resultaban familiares, como imágenes de hace años aglutinándose en las pupilas. Pero en una inspección mucho más minuciosa de sus rostros deformes por los péndulos, acerté a recordar una por una topándome de vez en cuando con un él, siendo más precisos tres ellos y, ellas. Cuando se les ve juntos, da un poco de miedo, miedo a que se conozcan, que se reconozcan entre ellos, qué comprendan que tienen todos la misma parte de mí. Entonces se abalanzarán contra mí, y practicarán aquellos métodos olvidados ya. Aquellos que tenían nuestros ancestros para comer el tuétano del ancestro del antílope. Primero me tendrán rodeado, para que el miedo me saque de quicio y luego seré herido mortalmente por una tosca rama con punta enflaquecida. Puede que me dejen ahí al ver que un león se acerque atraído por el olor de la sangre. Entonces el león se encargará del trabajo sucio, separar los huesos, desenrollar los intestinos, vaciarme el tórax, y demás nimiedades; pero a fin de cuentas ellas regresarán con las puntas de piedra a moler los huesos que queden y, a punta de golpes quebrarán mis blancos huesos para sorber lo que haya en su interior. Lo único que me consuela es que probablemente tarden horas en extraer algo de mi fémur, quizá no encuentren nada ya; pero, a fin de cuentas a esas alturas nada importa. Tal vez tenga esa muerte romántica anhelada o me maten a palos, o me arranquen la piel con los dientes, eso yo no lo sé. Lo saben todas ellas. Pero las dejaré. Mis hermosas vírgenes milagrosas, es su turno de ser las protagonistas. Aunque desde mis lentes ellas siguen siendo tan monstruosas como la palabra monstruoso.
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Tú eras la del maldito ring-ring, el teléfono a cada hora, todos los días, con ese maldito móvil en la mano. Pasabas con tu pequeño parásito pegado a la cabeza, y yo te miraba comprensivo, te servía mas té porque tu jamás aprendiste a utilizar una tetera apropiadamente. Siempre me decías “abrázame más fuerte” y yo jamás te complacía. Odiaba la manera en la que me decías “amor” y, adoraba tu persistente olor que me recordaba a los nardos. esa de la mirada clavada en el piso, no la recuerdo, creo que no nos hemos visto desde hace años. Parece ser una mujer sumisa y recatada. Santurrona. Odio las mujeres de esa clase, que me maten las demás, que ella mire. Creo que tú eras la de la mancha en el estómago, me encantaba ver que soltases tu cabello. Recuerdo tus ojos felinos mirándome con malicia, también tenías una gata maliciosa. Tu colchón en el piso me hacía sentir tan decadente y feliz. La que está junto a ti es inconfundible es aquella del portafolio repleto de dibujos, la mirada distraída y la ropa interior negra. Lloraba mucho conmigo y sin mí. Esa mirada de oveja apunto de ser sacrificada era lo que en verdad detestaba. Becerra dorada, receptáculo de los males del mundo, única personificación del pecado original, Pandora arrepentida. ella es la del cigarrillo a las seis de la mañana, ¿recordará que desde el balcón me miraba y sonreía pícara?. Yo clavaba la mirada en la suya y, luego solo veía el humo azul, que se iba detrás de su bata. A esa no me la puedo sacar de la cabeza, era la que me enterraba las uñas en la espalda, la que tenía la mirada desafiante, la que tenía en la mirada locura. si no me equivoco tú eras la de la espiral en la espalda, la más tierna de todas, la que menos exige. La que dejé ir ese día sin tristezas ni despedidas. Ese día me contenté con ver llover. Octavio me presentó contigo, creo que después de eso jamás lo volví a ver. Eras la auténtica novia de Satanás: pezones rosas, mirada verde, piel blanca. Receptora de mis mordidas salvajes. Lo más extraño es que tú en verdad me querías, pero el aprieto residió en el nimio e insignificante detalle que nunca te quisiste a ti misma. Linda... ¿quien sois vos?, espera, acabo de recordarlo. Eras aquella pequeña maja que adoraba escuchar mis obscenidades, que se revolvía el cabello a cada minuto y se deleitaba viéndome mirarla sin demasiado interés. Ella lograba desfasarme y colocarme en ese estado de nerviosismo que hacía a mis palabras dar em-pe-ll-ones. Inmundo pedazo de mierda, le reto a acercaos y os aseguro que os daré muerte pronta e infrahumana. temo decirle a usted que es una puta, bueno no precisamente; es usted tan puta como yo. Ayer estaba pensando en ti. Recuerdas que tú y yo nos moríamos de frío por la mañana, nos abrazábamos tan fuerte que parecía que queríamos exprimirnos el calor, nuestro egoísmo no tenía fronteras. raudo y persistente, no hay mejores palabras para describirte, ese aire que se corta es tan característico de tu presencia. Malditas sean las lágrimas, maldito romanticismo, maldita desnudez, por eso y mucho más merecemos morir. introvertida, me encantaba esa falta de palabras, creo que jamás hemos dicho más de dos líneas seguidas, generalmente nos contentábamos con saber que nos poseíamos, sentirnos dueños, eso es todo, y luego soportar las miradas en ascuas, dedicadas únicamente a ser incisivas. Olvidaba mencionar a las más importantes, ellas no forman parte del círculo perverso. A ellas les debo la vida y la cordura, esos ojos vigilantes que me hacen recordar como funcionan las palabras te amo. Ellas que me miran comprensivas, que me cobijan en sus brazos, y que ahora mismo están en la puerta intentando impedir que entren las demás. Chillan de dolor, no las quiero ver sufrir, no las imagino, entonces un ruido seco estremece la habitación y sus lágrimas desaparecen en una voluta de humo. Estoy solo.
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De la puerta quedan sólo astillas. Las demás lograron entrar a la habitación. Ahí sólo estoy yo en el centro. Me rodean con lascivia repulsiva, ríen como hienas copulando. Encontraron a su presa: un hombre que TeCLeA sOLiTAriO...

2 comentarios:

aubergine et moi dijo...

He tomado más tiempo del que pense al leerte, leerte a tí no tu texto. Sabes diría que es bueno pero tu ego crecería así que diré que no está mal.Si pudieses despegar al narrador de ti, sinceramente creo que harías cosas mejores y caerían en excelentes. Espero no ser insolente y tu simplemente... deja de asesinar. Au revoir petit garçon romantique

WeBoFsPiDeRfAn dijo...

hey
creo que ibamos juntos en la primaria jaja
mmmmm Himno Nacional??
si no es asi psss que osototototote jajaja